Al volver a casa después de nuestra jornada laboral, habitualmente solemos hacer ciertas actividades programadas con nuestro tiempo libre: resolver pendientes del hogar, ejercitarnos, dedicar un tiempo a los proyectos independientes o simplemente, tomar un merecido descanso.
Si hacemos lo último, es importante entender que nos encontramos -no solo en el trabajo- en un hábitat rodeados de dispositivos y pantallas. Es decir, vivimos en la prontitud de los ingentes volúmenes de información.
Si así lo deseamos, en cualquier momento podemos consumir un servicio en streaming, entrar a nuestra redes sociales, poner el noticiero o mirar algo en youtube. Un sin fin de opciones se nos presentan para no alcanzar un estado de aburrimiento.
Naturalmente, nos inclinamos con simpatía a nuestras preferencias y no faltará que en algunas ocasiones, generamos nuestros propios desvelos por finalizar una serie que nos obsesiona. Todo ello parece normal y hasta cierto punto, saludable y terapéutico.
Pero más allá de evitar el aburrimiento, no podemos ignorar un hecho contundente: Existe un enorme problema de salud por los excesos de información que nos rodean.
En la actualidad se ofertan ideologías, posturas, infodemia, manipulación y herramientas que bombardean a nuestras mentes provocando batallas, como por ejemplo, el intento de magnicidio hacia la vicepresidenta Cristina Fernández de Argentina, o en el caso de Colombia, una polarización drástica entre los simpatizantes del nuevo proyecto de gobierno y un bloque demandante quienes ostentaban el poder.
También, las grandes corporaciones mediáticas buscan apoderarse de nuestra cerebro, simpatía y nuestra postura ideológica. Más que nunca, el maniqueísmo está a alcance de una pantalla. Bandos contrarios, tratando de convencernos uno sobre las maldades del otro o viceversa. También contenidos buscando adaptarnos ciertas conductas, agendas que extiende sus fronteras por las plataformas y se envuelve en el ámbito de lo políticamente correcto.
Por si eso fuera poco, se suma los agoreros del futuro con pronósticos apocalípticos y, por otro lado, aquellos que nos llevan a la desconexión en un mundo de fantasía, donde el único requisito y de manera gratuita, es inhibir la realidad y entrar a un proceso de infantilización.
Todas estás historias son las que nos contamos diariamente. ¿Existe una vía alternativa que pueda conducirnos a un escenario distinto?
Abordemos éste problema desde el punto de vista filosófico y antropológico.
Peligros del pensamiento distópico
Monika Bielskyte es una investigadora dedicada a desarrolla visiones y enfoques novedosos hacia el futuro, con el objetivo de ayudar a las sociedades a desprogramarse entre los ámbitos de la utopía y la distopía.
Describe todo los conceptos erróneos de ambos campos, las cuales evitan la exploración de otros marcos e ideas que puedan llevar a las sociedades a un balance necesario e importante para su desarrollo, sobre todo si se trata de las generaciones jóvenes.
“La distopía es esta idea de un futuro que salió mal. Todo es terrible en él y está más allá de la reparación. Históricamente, las distopías toman mucha relevancia”.
“Las películas, series y programas de televisión recientes, se han convertido en una hoja de ruta de un producto, como puede ser el caso de Black Mirror. Desde la visión empresarial e industria del entretenimiento, y en muchos casos los Gobiernos, observan a detalle estás distopías y lo usan para su beneficio. Miran el potencial de poder o la monetización dentro de ellas”.
Tal es el caso de Minority Report [2002], película de gran audiencia que logró colocar de manera favorable un escenario distópico, influyó a Peter Thiel, el mega-inversor de peso en la compañía tecnológica Palantir [2003], la empresa de tecnología de vigilancia predictiva.
Thiel, -fundador de paypal junto con Elon Musk- prácticamente, tomó una hoja de ruta del producto de esta película para predecir, en la medida de lo posible, todos aquellos movimientos que vende un futuro caótico.
Destruir es mucho más fácil que construir. Incluso se extiende a formas de entretenimiento emergentes. Por está razón la industria de realidad virtual [VR], está más inclinada a desarrollar contenidos distópicos en lugar de escenarios más inspiradores. Esto puede explicar la extrapolación de los escenarios negativos que miramos en el mundo y por esa razón, son exitosos monetariamente.
Sin embargo, el pensamiento distópico suele ser peligroso. Si una sociedad ha padecido la violencia de una guerra, migraciones, inestabilidad social, económica, o efectos por el cambio climático, las distopías se vuelven una especie de burbuja a escala.
“El momento en el cuál comencemos a creer que el futuro está condenado, que alguien más lo ha decidido así en otro lugar, comenzamos un proceso de desconexión. Y esto significa el inicio del consumo obsesivo, más desinformación y desesperanza”.
Utopía, tan dañina como la distopía
Históricamente, las utopías han sido la contrapartida de las visiones negativas. Solíamos mirarlas y aceptarlas mucho antes que cualquier distopía. Ahora pareciera lo contrario, pues detrás hay una industria millonaria y todo un proceso de ingenierización social.
El concepto utopía, en sí mismo significa “no lugar o lugar que no puede existir“, pero más allá de la definición, su existencia si es real, sobre todo para una minoría de la sociedad como suelen serlo las monarquías o las élites, dice Bielskyte.
“Sorprendentemente, las utopías y las distopías no son polos opuestos. Son dos caras de la misma moneda. La mayoría de los conceptos utópicos surgieron de y para la élite, eran excluyentes por defecto. Fueron diseñadas por personas colocadas en torres de marfil y con ello, lograron establecer diferencias con la sociedad de abajo. Las utopías son eugenésicas por decreto y es esa crítica la que falta en nuestras sociedades”.
Hoy se puede observar como la sociedad carece de crítica sobre las visiones políticas utópicas o por los escenarios propuestos por la industria del entretenimiento, por que han sido vendidas con cierto éxito y de alguna manera, evolucionaron con campañas de marketing con las cuales se identifican el consumidor, estén o no emparejadas con la realidad.
En resumen, la utopía suele ser tan dañina como la distopía. Ambos marcos son insatisfactorios para la realidad actual.
La tercera vía
El origen del concepto Protopía esta acuñado directamente a Kevin Kelly, fundador de la revista Wired. Sin embargo, la falta de entendimiento sobre la tercera vía jamás despego, quizá por el hecho de estar muy adelanta a su época. No hubo una verdadera causa para explorar esta idea.
Dada hoy la complejidad de los ecosistemas sociales y medio ambientales, es prudente desempolvar éste marco y emprender su divulgación como una opción del futuro inmediato.
“Consiste en crear un futuro más amable y seguro para la mayoría de nosotros” explica Bielskyte. “La protopía busca atender la discapacidad inmediata. A todas aquellas personas que están en primera línea de los efectos negativos, o centrarnos en la discapacidad de las leyes que están afectando directamente la vida humana en alguna región, de los derechos indígenas, de los problemas ambientales”.
“Cuando la innovación tecnológica es canalizada a la discapacidad de cualquier sistema, sea de cualquier índole beneficiando lo social o lo medio ambiental, no es caridad, sino la mayor fuente de innovación permitiendo mejorar nuestras vidas”
“Si nuestra respuesta a la pandemia hubiese estado impulsada por la discapacidad, no habríamos visto a millones de personas morir” comenta Bilskyte. “Tan solo con prestar atención a la discapacidad inmediata, a los más vulnerables, lograríamos políticas que ayudarían a todas las naciones a ser más seguras. Podríamos entrar a un nuevo renacimiento centrado a la conservación de las especies y los ecosistemas. Este tipo de armonización no es utópica”.
“Cuando hablamos de futuros verdes, debemos discernir entre la visión de las grandes corporaciones, quienes usan fuertes campañas de agenda verde, y la visión de el futuro verde de los indígenas, quienes son parte simbiótica de las selvas y los bosques. Ellos han sido parte del paisaje durante milenios, con sus costumbres, tradiciones, conocimientos y respeto a la naturaleza, son personajes vitales para ayudar a preservar los ecosistemas.
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El cambio climático y el colapso ecológico no es un teoría, es una realidad que vive la gente hoy en día. “Hasta que no vayamos más allá del diseño económico centrado en el ser humano, ni mirar al paisaje como un recurso para ser saqueado, no podemos considerar soluciones sostenibles. La sostenibilidad no es suficiente, necesitamos reparar los daños. Además, debemos dar voz a las propuestas de todas las personas que se encuentran en la vanguardia o quienes han comenzado a generar impactos para lograr estos cambios”, finalizó Bielskyte.
¿Cómo se empieza a construir Protopía?
Identifica a personas que suelen tener un opinión negativa del futuro o quienes se inclina por mirar solo lo negativo de todo lo que les rodea. Puedes sugerirles la siguiente pregunta ¿Qué propones para mejorar lo que te molesta?
Si por el contrario, identificas a personas que suelen permanecer en la utopía, sugiere mirar la realidad como un marco que busca efecto real en la acción humana.
“Si eres un hombre, busca la perspectiva de una mujer para analizar, complementar, resolver X situación de alguna problemática en campo de la opinión. Identifique las discapacidades de su localidad. Encuentre a personas con carencias y vulnerabilidades, que puedan ser auxiliadas desde el empuje de social”.
“La tolerancia no es suficiente. Necesitamos tener curiosidad por los demás. Sólo uniéndonos encontraremos las respuestas para desafiar el status quo y crear prototipos. Los caminos alternativos necesarios.”
“El futuro no sucede en otro lugar, ni está decidido por alguien lejano al lugar en donde te encuentras ahora. Somos muchos, hacemos unión e insistimos en que el futuro lo creamos nosotros. Con cada historia que compartamos, estaremos produciendo protopía”, concluyó Bielskyte.
Para consulta:
https://londonspeakerbureau.com/speaker-profile/monika-bielskyte/