En teoría, digitalizar el Planeta podría ayudar a mitigar algunos de los desafíos más apremiantes del Antropoceno. Sin embargo, también es importante plantear algunas preguntas validas y consistentes.
Las tecnologías digitales cada vez más están configurando a las ciudades. Estas facilitan nuestras tareas o automatizan algunas de las rutinas en los lugares donde vivimos. La idea de implementarlas, en muchas áreas de la vida cotidiana, resulta obvia y apropiada.
Pero ¿Qué pasaría si esta visión se abocara a mejorar la salud del planeta? ¿Podría existir alguna manera de extender las tecnologías digitales y convertir la Tierra en un ente inteligente? ¿Podría la tecnología digital ayudar a resolver los problemas más apremiantes del Antropoceno?
El proyecto Smart Earth cree que sí es posible. Como concepto, sigue un enfoque similar al de las ciudades inteligentes: utilizar sensores para generar datos que después se transforman en información y procesamiento; materia prima para los modelos dirigidos a resolver N problemática.
La iniciativa está liderada por Karen Bakker, profesora de la Universidad de Columbia Británica.
La idea en sí no es nueva, pero la llegada de los sensores a bajo costo, la tecnología de nube, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, hoy más que nunca, hacen posible su realización.
Podemos rastrear las raíces en la cronología. En 1998, Al Gore ofreció un discurso en el que imaginó una Tierra Digital: un gemelo virtual e interactivo de la Tierra que podríamos utilizar para la educación y todo tipo de acceso al conocimiento.
Algunas partes de esta visión se han materializado en herramientas como Google Earth, lanzada en 2001. Sin embargo, la visión evolucionó posteriormente.
En sus primeras versiones se vio envuelta en controversia de la relación mapa-territorio. Algo que el escritor Jorge Luis Borges abordó como una contrariedad en el cuento de un párrafo “Sobre la Exactitud de la Ciencia”. Un mapa ficticio que llega a ser tan grande como Argentina. Este antiguo problema reapareció en una nueva forma con los gemelos digitales o el metaverso.
Para que las representaciones digitales de la Tierra sean útiles y funcionales, se requiere de cierta abstracción. Incluso un mapa digital tan grande como la Tierra, sería de utilidad limitada e imposible de producir.
El proyecto Smart Earth se centra en tres puntos:
- ¿Podría canalizarse las herramientas de la era digital a resolver los desafíos socioambientales críticos del Antropoceno, como la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la seguridad hídrica?
- ¿Cuáles son los posibles beneficios y riesgos de la Agenda de Sostenibilidad de las Big Tech?
- Dado el peligroso escenario de los futuros utópicos ¿Cómo podríamos diseñar alternativas más inclusivas y equitativas?
¿Quién controla la Smart Earth?
Minimizar las emisiones de carbono parece algo positivo, no obstante, el control siempre genera preocupaciones sobre aquellos quienes administran las políticas e impuestos sobre la des-carbonización planetaria hacia el año 2030.
Inevitablemente se plantean cuestiones como ¿Qué hay detrás de la agenda? ¿Quién la establece? ¿Si habrá consecuencias no deseadas con las que tendremos que lidiar?
El monopolio de las Big Tech y el capitalismo de vigilancia, son señales suficientes que advierten, sobre una gran y brillante idea, pueda ser distorsionada para mejorar los números y ganancias de las grandes consorcios tecnológicos.
Entre los cinco grandes, Google tiene uno de los objetivos de sostenibilidad más ambiciosos. Con sus productos orientados al consumidor, la empresa puede influir en el comportamiento del consumidor para que sea más sostenible. No es sorprendente que todas las grandes empresas tecnológicas hayan fijado objetivos de emisiones netas cero y hayan comenzado a invertir en tecnología climática.
La tecnología climática (y des-carbonización) parece prometedora no sólo como oportunidad de mercado, sino también como una cuestión de fortalecimiento de la marca y atracción de talento. Con beneficios como estos ¿Dónde están los posibles obstáculos?
En las últimas décadas, la propia tecnología se ha convertido en una industria que consume mucha energía. Y eso sin tener en cuenta la cantidad de hardware utilizado y reemplazado en ambos lados de la empresa, consumidor y corporativo, con ciclos de innovación cortos.
Riesgos
¿Qué pasa si las grandes tecnológicas logran ser propietarias de los datos medioambientales de la Tierra?
Un marco que es planteado por la Coalición para la Sostenibilidad Ambiental Digital (CODES) y respaldada por la ONU. Su objetivo es integrar la sostenibilidad en la digitalización.
No obstante, la industria tecnológica no es tan ecológica como se piensa y el concepto Smart Earth, puede incluso empeorar las cosas si demanda mayor consumo de energía y recursos. La utopía tecnológica nos pueda llevar a una nueva forma de entender el mundo como hasta ahora lo hacemos.
Tendemos a ver la trayectoria de la tecnología y la innovación como algo inevitable, pero en realidad, son los ciudadanos del planeta quienes dirigimos su desarrollo. Necesitamos convertir la Smart Earth en un concepto que haga avanzar a la humanidad, mejorar nuestro entorno natural y evitar una mayor explotación.
No se trata tanto de una cuestión tecnológica como política. ¿Quién debería poseer y controlar los sistemas? ¿Qué queremos conseguir con estas tecnologías? ¿Cómo deberíamos estructurar su gobernanza? Los utopistas tecnológicos libertarios, tienden a afirmar que la tecnología por sí sola resolverá todas esas cuestiones y que no se necesaria la gobernanza.
Política
Smart Earth debe implicar un uso más inteligente de los recursos de la Tierra. Quizás podamos respaldar el concepto de economía donut de Kate Raworth, la cuál aborda los límites sociales y planetarios.
No se gana nada si restringimos demasiado el uso de los recursos, de modo que las personas queden por debajo de los estándares sociales mínimos, tal como se definen en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La tecnología inteligente podría y debería ayudarnos a mantenernos en el punto medio.
No sorprende que la digitalización de la Tierra plantee el mismo conjunto de preguntas que la revolución digital ha planteado en general.
Éstas son cuestiones intrínsecamente políticas que no podemos dejar en manos de los tecnólogos ni de los mercados. La tecnología por sí sola no nos dará la respuesta, mucho menos los mercados.
Para consulta:
Global Digital Coalition Plan for a Green Digital Revolution