Jeanette Wintterson, escritora británica, en su libro de memorias ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? nos cuenta los retos y complicaciones que desde niña enfrentó. Nos comparte, además, sus grandes hallazgos, aprendizajes y descubrimientos que, a partir de los dolores, duelos, pérdidas y preguntas sin respuesta, cobran sentido en la vida.
El problema con un libro…
En su capítulo cuatro, titulado El problema con un libro… declara con toda seguridad: Crecer es difícil.
Aquello me hizo pensar en la particularidad de la palabra difícil, pues es posible que en ella pudiéramos tener alguna asociación con lo negativo. Por lo tanto, al buscar su significado encontré lo siguiente: que requiere inteligencia, habilidad y esfuerzo para hacerlo, superarlo o entenderlo.
Entonces, ante la premisa “crecer es difícil” pensé que no hay ninguna connotación negativa. Más bien, siento haberme encontrado ante un reto. Es decir, uno pensaría que crecer tiene que ver con el paso del tiempo, con que salga el sol y también la luna; sin embargo, ante la idea de imprimir esfuerzo e inteligencia para poder crecer, la acción se vuelve más compleja.
Por ejemplo, actualmente, a mis 29 años considero necesaria una nueva forma de asumir el crecimiento en mi vida, pues el crecer no resulta tan evidente como si lo es cuando vuelvo a casa después de meses y escucho a los niños con un tono diferente de voz; o cuando comparamos nuestras manos y ahora están del mismo tamaño.
A lo que Wintterson se refiere al mencionar esta dificultad, es al crecimiento que está por debajo de la piel, en nuestro sentir, en nuestro pensar y en nuestro actuar.
"Por extraño que resulte, incluso cuando dejamos de crecer físicamente, parece que tenemos que seguir creciendo emocionalmente. Lo cuál implica tanto expasión como contracción, pues ciertas partes de nosotros se desarrollan y otras hay que dejar que desaparezcan..."
Y si, el expandir y contraer constantemente es la representación del movimiento que a veces olvidamos porque nos sentimos cómodos(as) en algún sitio.
No queremos nos quiten eso que creemos tener o merecer. De ahí que el reto está en seguir creciendo aún después de lo evidente.
Cuando se es niño(a) tu movimiento se limita a las atenciones y referentes que te ofrezcan padre y madre, estén o no presentes en un entorno específico. Con los años vas caminando, acompañado(a) de estos referentes, de esta gran bolsa de herramientas con las que te dotaron en la infancia.
Y ahí estas, constantemente equivocándote y aprendiendo, pues es tu primera vez tomando decisiones de las que solo tú puedes arrepentirte o vanagloriarte. Y cuando crecemos y experimentamos lo complejo que es vivir, encontramos que hay que ser agradecidos con aquellos que nos dotaron de lo que ellos entendían por amor.
¿Y por qué ser agradecidos? Desde mi punto de vista, eso nos acerca a un proceso de sanación, lo cual no implica desaparición de las heridas, sino, más bien a una aceptación y si tienes suerte, a la resignificación de las mismas.
La mamá biológica de Jeanette, decidió darla en adopción a los 6 meses de nacida pensando en que podría tener un mejor futuro. Su motivación fue de alguna manera: amor, o lo que una joven de 16 años sin recursos económicos entendía por amor.
El agradecimiento al que me refiero es esta forma de honrar lo que nos fue dado sin hacer ningún esfuerzo previo, lo consideremos bueno o malo, útil o no. Aquellos nos dieron lo mejor que pudieron con lo que tenían y, algunas veces, se equivocaron.
Pero quienes somos nosotros para juzgarlos, si esta también es su primera vez en la vida tomando decisiones. Ahora, como adulto, puedo entender que el crecimiento mental y emocional puede verse frenado y muy comúnmente seguimos envejeciendo, pero eso no asegura que sigamos creciendo.
Wintterson fue adoptada a tan solo unos meses de haber nacido. Creció en Accrington Lancashire, criada por padres pentecostales evangélicos. Los libros a los que tenía acceso eran la biblia y algunos otros que tenían comentarios religiosos sobre ésta.
Sin embargo, supo bien desarrollar la destreza y estrategias necesarias para esconder, de la vista de su madre, otros libros que le permitieron abrir puertas en la mente que nunca más volverían a cerrarse.
Me habían herido y una parte
muy importante de mí había
sido destruida, esa era mi realidad,
los hechos de mi vida;
pero al otro lado de los hechos
estaba quien yo podía ser,
cómo me podía sentir, y mientras
tuviera palabras, imágenes, historias,
no estaba perdida.
Cuando cumplió 16 años y tras su primer romance con una chica de la misma iglesia, su madre con una dureza implacable le advirtió que, si quería seguir con ella, jamás volvería a entrar a esa casa. Para Jeanette, no fue algo a considerar realmente, sabía que en esa casa no obtenía la seguridad que el salvaje mundo de afuera si le podía proveer. Paradójico, pero apuesto a que muchos (as) nos hemos sentido así. Ella no tenía nada que perder estando fuera, pero si mucho que ganar arriesgándose a salir.
La oportunidad que nos brinda Jeanette Wintterson al conocer y desmenuzar tan a detalle sus vivencias, es generar una serie de preguntas de las que solo nosotros conoceremos las respuestas, como: ¿Cuáles son los detalles de valor y enseñanza en la vida propia? ¿Qué constituye mi forma de relacionarme con las y los otros?
Cuál es el significado de las palabras en apariencia sencillas, pero que rigen nuestra manera de sentir y percibir la vida, como: crecer, amar, heridas, familia, hogar.
En esta historia, la búsqueda de identidad desde la niñez está acompañada de la literatura, de los cuentos, de la fantasía y de la inevitable realidad.
Lo que la literatura le ofreció a aquella niña adoptada fue lo mismo que recibí yo al leer a Wintterson. Palabras de acompañamiento que me hicieron no sentirme tan sola ante la pérdida, ante la confusa forma de amar que he aprendido durante los años y ante la búsqueda de mi centro de gravedad: el hogar.

Cuando llegas a plantearte preguntas sobre lo que se hace o lo que siempre se ha hecho y permites modificar los saberes y conocimientos con los que se actúa todos los días de manera automática, has logrado crecer. Y si todo esto ha sido tras haber leído, escuchado música o visto una representación escénica, es cuando el arte cobra sentido y de alguna manera se dota de utilidad.
Así que, mientras tenga palabras, imágenes y muchos signos de interrogación, podré seguir creciendo y creando la realidad que no me tocó vivir, pero, que si puedo crear y compartir a través de los textos y de las artes escénicas.
Leer a Jeanette Wintterson fue un cálido abrazo ante la confusión existencial, si acaso estas pasando por algo similar, leer este o cualquier otro libro, te podría dar norte para clarificar tus pasos en este camino. Crecer es difícil, pero vale la pena asumir el reto.
