En el futuro, los economistas obtendrán otro panorama de la economía y medirán el éxito de otra manera
Pocas cosas unen tanto a los políticos de izquierda y derecha como el crecimiento económico. Podemos discutir sobre cómo crecer y qué hacer con el dinero generado. Pero para que ese dinero esté y la economía funcione mínimamente bien, debemos crecer como mínimo un 3% anual, nos dicen casi todos los políticos, economistas y medios de comunicación.
Un 3% no suena demasiado, ¿no? Porque en nuestra mente imaginamos que es un ángulo más o menos así:
Pero ese 3% no es una línea recta sino una línea curva, ya que cada año el 3% es mayor, puesto que es un 3% total del año anterior, no del total inicial.
Junto con la economía, crecen la demanda energética, la basura, la contaminación, la pesca, la deforestación, la población, las extinciones y el número de popotes y plásticos en la basura.
Es decir, a pesar de que estamos chocando con los límites del planeta y tenemos que parar ahora, para no arruinar la vida de nuestras futuras generaciones, lo que nos dicen es que necesitamos producir más y más, para siempre.
Abandonando el crecimiento infinito
Para salirnos del crecimiento infinito, podemos comenzar por atacar su todopoderoso indicador, con el que se juzga a todas las economías del mundo: el Producto Bruto Interno, o PBI.
Se supone que el PBI mide el éxito de la economía porque más crecimiento quiere decir más trabajo y dinero para todos.
Pero no es tan así: el PBI no mide la repartición de la riqueza generada, solamente mide más actividad o menos actividad. Tampoco mide el impacto de nuestras actividades en la salud y el medio ambiente.
¿Qué relación tiene el PBI con la felicidad?
Es verdad que en algunos países, la vida de muchas personas puede mejorar con más crecimiento: son los países que menos han contaminado y los menos responsables del cambio climático, y los que necesitan más desarrollo para cubrir necesidades básicas.
Pero en los países más responsables de cómo está el planeta, más PBI es básicamente más destrucción.
Hay nuevas maneras de pensar la economía aunque rara vez se mencione en los medios de comunicación e instituciones hegemónicas.
El Happy Planet Index, por ejemplo, es un índice creado por la New Economics Foundation que busca medir el éxito de otro modo, comparando nuestra felicidad con un costo ambiental (huella ecológica) y la desigualdad en nuestra sociedad.
La fórmula es esta:
Evaluando ese índice para cada país, obtenemos un mapa y un ranking de países muy diferente a los rankings habituales:
Lo que demuestra el Happy Planet Index es que una vez cubiertas ciertas necesidades básicas, un mayor consumo de recursos naturales no se traduce necesariamente en más felicidad.
Estados Unidos, que tiene un buen nivel de felicidad pero con una gigantesca huella ecológica, en el Happy Planet Index está en el puesto 108 de 143.
Y en el número 1 está… Costa Rica.
Costa Rica no tiene gastos militares, tiene muchísimos parques nacionales y es el país que más felicidad logra con menos recursos según el HPI.
Este índice es solo un ejemplo de cómo podemos medir mejor el éxito de nuestra economía y de nuestra sociedad.
A fin de cuentas, de lo que hablamos es de cambiar el objetivo de todo este sistema que tenemos montado. El objetivo de todo esto no puede ser producir más bienes y servicios, eso es confundir el medio con el fin, además de ser un medio muy pernicioso.
Podemos aspirar a un objetivo más alto, y tal vez la etimología nos pueda inspirar.
La palabra economía deriva del griego oiko-nomos, que significa administración del hogar. En definitiva… ¿no podemos decir que se trata de cómo administramos nuestro hogar? Sí, esa nave azul que viaja por el espacio, que está viva y en la que vamos montadxs todxs nosotrxs.
Fuente: El futuro imposible
Artículo original del Futuro Imposible
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