Desde su estreno en la pantalla en 2015 y hasta sus últimos capítulos en 2019, la multipremiada serie Mr. Robot, creada por Sam Esmail y con Rami Malek como protagonista, se reveló como una de las más grandes y gratas sorpresas de la televisión contemporánea y uno de los mejores thrillers de las últimas décadas. A lo largo de cuatro temporadas, Esmail tiende el hilo de la trama de la serie a partir de las complejidades temáticas de la cultura del hacktivismo, sin embargo, subyace a esa historia el interés por desentrañar los hondones de la mente, la exposición de una estructura codiciosa del poder económico, las oscuridades de los medios de comunicación, las vulnerabilidades de la tecnología y los dilemas de la naturaleza humana.
Desde el principio, los espectadores se enfrentan a la lucha rebelde de un retraído empleado de cyber-seguridad, Elliot Alderson (Rami Malek), contra la poderosa corporación E-Corp. Mediante sus distintas habilidades informáticas, Elliot encuentra vulnerabilidades en aquellos sistemas a los cuales intenta modificar para derrumbar los pináculos del esquema político-social. Más adelante, nos daremos cuenta de la importancia de este confrontamiento como un simple instrumento de un mecanismo mayúsculo de poder, una conspiración a manos del Dark Army. Entre tanto, también se van decodificando los rasgos más conflictivos de la mente del protagonista, hasta desvelar por completo sus estrategias y mecanismos de defensa gracias a los cuales logra sobrevivir. La puesta en escena de la perturbada mente de Elliot y sus verdades ocultas fungirá como catalizador de todos los acontecimientos de la serie.

Si bien la serie hace ver de manera explícita sus significados desde los primeros capítulos, la fabulación no deja de complejizarse con detalles que movilizan la perspicacia del espectador y terminan por dejarle toda una gradación de sensaciones envolventes, desde la evaluación crítica hasta un atemorizante desasosiego ante los altos mecanismos de poder y el cuestionamiento de los actos rebeldes dentro de un perverso artefacto político-social. Mr. Robot, además, tiene un componente anclado en la realidad: el universo informático y sus posibilidades de vulnerar todo sistema.
La veracidad en los procesos de codificación, perfectamente lograda por Esmail, resulta en absoluto cercana a los espectadores, inmersos en una realidad cuya dinámica es tan técnica que no pueden actuar indiferente ante las potenciales situaciones aterradoras en caso de la vulneración o anulación de los sistemas que les permiten sus actividades cotidianas. Aunque la serie sucede en un contexto específico, la trama parece, a primera vista, crear una realidad imaginaria: la confrontación de un grupo de hackers con un organismo altamente poderoso. Sin embargo, el avance de los capítulos introduce la duda sobre la probabilidad de una conspiración de esta naturaleza y de magnitud universal. Es más que posible, concluirá el espectador.
De la mano con la dinámica verosímil y de la gran audacia de los artificios narrativos de la serie, la factura estética de Mr. Robot trasciende, por mucho, el hilo temático. Algunos críticos ya han hecho notar las influencias en la serie del cine de David Fincher, en especial de Seven (1995), Fight Club (1999) y Zodiac (2007). El homenaje de Esmail a los grandes cineastas a quienes admira es evidente en la construcción de los personajes y los rasgos estéticos, como el juego de claroscuros, el rango estrecho de la luminosidad, la estabilidad y omnipresencia de la cámara, la justificación dramática de la cámara en mano para remarcar el estado psíquico de los personajes, el uso de los espacios abiertos y la disposición espacial de los personajes, entre tantos otros. En cuanto a su gran valor audiovisual, claro en los atractivos y sugerentes encuadres de cada capítulo, y narrativo, Mr. Robot hace gala de un equipo bien conformado cuyo resultado es la solidez en la dirección, fotografía, montaje y música.

Además de la calidad interpretativa de los actores, que sin duda debe reconocerse, y los robustos arcos narrativos de los personajes, la serie de Esmail muestra una exquisita estética cuya tensión dramática se mantiene durante las cuatro temporadas, a través de pequeñas dosis de adrenalina y de experimentación en cada uno de los capítulos. Al respecto, algunos episodios dan cuenta de la sagacidad de su creador. Sobresale uno de ellos, por completo desprovisto de diálogos, salvo unas breves líneas de introducción y de cierre, donde la articulación de la música, los silencios y las secuencias tienen el papel fundamental. Con un gran despliegue de recursos, Mr. Robot es más que un thriller cibernético. Incluso un tiempo después de sus episodios finales, no deja de ser vigente, por el contrario, su mensaje sobre la humanidad y su sentido crítico de la sociedad sigue invitando a los espectadores a involucrarse en las problemáticas, muchas veces perversas, del mundo