Después de retomar el ritmo detrás de un par de años donde el mundo “literalmente” detuvo la marcha -2020 y 2021- nos acostumbramos demasiado, más por necesidad y porque no quedaba de otra, a permanecer en nuestras casas adaptándonos mucho más a un escritorio y al controvertido estilo laboral Home Office.
Las causas eran legítimas y muy justificables. Desde luego no todo fue negativo, pues gracias a ese encierro colectivo surgieron nuevas estrategias para comunicarnos, e incluso fue el comienzo de una economía particularmente novedosa.
Sin embargo, cuando superamos ese periodo traumático, volvimos al tráfico, a las oficinas y a las horas donde, muchas veces, solo podemos priorizar al trabajo y pocos podemos asignar un espacio libre donde logramos ejercitarnos con regularidad.
Contundentemente, a esta nueva realidad, la mayoría de las personas aumentaron el número de horas frente a una pantalla, permaneciendo sentadas y atrapadas en la rutina de oficinas y cubículos.

Pero si lo pensamos un poco mejor, toda esta realidad contrasta con nuestra historia como seres humanos, donde hemos sido tradicionalmente nómadas y trabajadores en movimiento.
¿Desde cuantos años a la fecha somos asiduos a trabajar en oficinas? ¿Desde cuando comenzamos el uso del transporte para asistir a laborar? ¿Es tanto el tiempo que hemos logrado acostumbrarnos a esta vida que ya superamos el estar en constante movimiento?
Estas preguntas parecieran absurdas. No obstante, ponen en comparativa los miles de años de recorridos donde nuestros antepasados buscaron lugares idóneos donde instalarse, convirtiendose, primeramente, en agricultores y creadores el conocimiento de la primeras generaciones proveedores de alimento.
Desde la perspectiva biológica, esta cantidad de tiempo no tiene comparativa respecto a los 70 años del pasado reciente, donde comenzó la era de la clase media a nivel global, donde aparecieron muchos de los derechos sociales y laborales que hasta la fecha benefician a un gran porcentaje de la población.

Dado que existen diversas perspectivas, puede que nos encontremos en una paradoja sobre las consecuencias de esta inmovilidad y, por otro lado, los beneficios que hemos alcanzado como una sociedad rodeada de comodidades. En este intervalo, este fenómeno plantea interrogantes sobre cómo la vida moderna ha desafiado nuestra biología y ha relegado el movimiento a un segundo plano.
La vida sedentaria impuesta por la cultura moderna ha generado preocupaciones sobre la salud física y mental de las personas.
Numerosos estudios han demostrado los efectos negativos de permanecer sentados durante largos periodos, incluyendo problemas de postura, aumento de peso, riesgos cardiovasculares y deterioro cognitivo.
Esta inactividad prolongada se contrapone a nuestra naturaleza biológica, que evolucionó en entornos donde el movimiento era esencial para la supervivencia.
Además de los impactos en la salud individual, la inmovilidad tiene implicaciones sociales y económicas. La cultura laboral que promueve jornadas extensas en la oficina puede resultar en una disminución de la productividad, un aumento del estrés y una menor calidad de vida para los trabajadores.
Asimismo, vincula distinciones al limitar el acceso a empleos que requieren presencia física y horarios rígidos, excluyendo a aquellos que podrían beneficiarse de un enfoque más flexible.
La falta de atención a la importancia del movimiento en la vida moderna refleja una desconexión entre las demandas del entorno laboral y las necesidades biológicas y sociales de las personas.
La perpetuación de una cultura que valora la presencia física sobre la eficiencia y el bienestar personal es insostenible y contraproducente en un mundo que demanda adaptabilidad y resiliencia.
La paradoja de la inmovilidad en la era moderna plantea desafíos significativos para la salud, el bienestar y la productividad de las personas.



Para abordar esta problemática, es necesario un cambio de paradigma en la concepción del trabajo y la organización de la sociedad, implementando medidas reales que fomenten la actividad física y el movimiento durante la jornada laboral.
Estás pueden tratarse de pausas activas; espacios de trabajo diseñados ergonómicamente y flexibilidad en los horarios laborales. Además, se debe promover una cultura empresarial que valore el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, reconociendo que la productividad no está necesariamente ligada a la cantidad de horas pasadas en la oficina.
Sin embargo, mediante un enfoque holístico que reconozca nuestras necesidades biológicas y sociales, es posible crear entornos laborales y sociales más saludables y equitativos.
Existen diversos tipos de trabajos que pueden adaptarse mejor a entornos fuera de la oficina, permitiendo más movimiento y flexibilidad. Algunas opciones incluyen:
1. Trabajos remotos: Con el avance de la tecnología, muchas profesiones pueden realizarse de manera remota desde cualquier ubicación con acceso a internet. Esto permite a los trabajadores elegir su entorno de trabajo, lo que puede incluir espacios al aire libre, cafeterías o incluso viajar mientras trabajan.
2. Trabajos en el campo: Empleos relacionados con la agricultura, la jardinería, la silvicultura y la ganadería implican estar activo al aire libre y en constante movimiento. Estas ocupaciones ofrecen la oportunidad de estar en contacto con la naturaleza y realizar tareas físicas que promueven la salud y el bienestar.

3. Trabajos de entrega y mensajería: Los repartidores, mensajeros y conductores de servicios de entrega pasan gran parte de su jornada laboral en movimiento, entregando paquetes y mercancías a diferentes ubicaciones. Esta actividad física puede ser beneficiosa para la salud cardiovascular y la flexibilidad.
4. Trabajos de ventas externas: Los representantes de ventas que trabajan fuera de la oficina, visitando clientes y realizando presentaciones en diferentes lugares, tienen la oportunidad de moverse y estar en constante contacto con personas y entornos diversos.
5. Trabajos en el sector de la salud y el fitness: Profesiones como entrenadores personales, fisioterapeutas, instructores de yoga y terapeutas ocupacionales implican trabajar directamente con clientes o pacientes en entornos activos y dinámicos, promoviendo la actividad física y el bienestar.
6. Trabajos creativos y artísticos: Los artistas, escritores, diseñadores gráficos y profesionales creativos pueden realizar su trabajo en diferentes lugares, ya sea en estudios, espacios de coworking o incluso al aire libre, lo que les brinda la libertad de movimiento y un ambiente estimulante para la creatividad.
En resumen, los trabajos que no requieren permanecer en una oficina pueden abarcar una amplia gama de industrias y profesiones, brindando oportunidades para estar activo, interactuar con diferentes entornos y mejorar la calidad de vida laboral.