“El futuro no pertenece a los globalistas. El futuro pertenece a los patriotas”, declaró Donald Trump ante la Asamblea General de la ONU en 2019, mientras que, al otro lado del Atlántico, el primer ministro Boris Johnson impulsaba el Brexit.
Y los gobiernos cambiaron, pero el discurso no tanto.
“Nuestro futuro manufacturero, nuestro futuro económico, nuestras soluciones de las crisis climática, todo se hará en Estados Unidos”, dijo en la Casa Blanca Joe Biden al anunciar sus compromisos “Made in America” en 2022.
¿Se dictó sentencia de muerte a la globalización?
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“Cuelga la espada de Damocles, el peligro de una nueva fragmentación del mundo, de la desglobalización y el desacoplamiento”, dijo el canciller alemán Olaf Scholzle al Foro Económico Mundial de 2023, al expresar su preocupación de que el mundo se está desmoronando política y económicamente.
¿Por qué los temores?
¿Estamos realmente en las puertas de la desglobalización?
Comenzó en los años noventas
Precisemos primero de qué estamos hablando.
La globalización es el proceso por el cual las personas y los bienes se mueven fácilmente a través de las fronteras, según el World Economic Forum.
Principalmente, es una concepto económico: la integración de mercados, comercio e inversiones con pocas barreras para frenar el flujo de productos y servicios entre naciones.
“El maremoto de la globalización que hemos experimentado comenzó alrededor de 1990, con el final de la Guerra Fría y la apertura de China, la integración de Europa, los acuerdos globales para reducir las barreras comerciales y el desarrollo de internet“, explicó Ian Goldin, profesor de globalización y desarrollo en la Universidad de Oxford, en el programa Analisys de la BBC.

Para Goldin, “si bien la globalización está lejos de ser perfecta, necesita ser mejorada, no destruida“.
“La gente olvida que la globalización sacó a millones de personas de la pobreza, no solo en China sino en otras partes del mundo”, señaló Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
“El comercio global reduce los costos, difunde el conocimiento y ayuda a los economías a escalar a través de los efectos indirectos de las tecnologías, lo que beneficia a los mercados emergentes y a los países en desarrollo”, aseguró.
La OMC evaluó el impacto de lo que podría suceder si el mundo se divide en bloques comerciales separados. Según sus cálculos, las consecuencias son significativas.
“Descubrimos que le costaría al mundo una pérdida de 5% en el PIB Mundial a largo plazo. Es como decir que perderemos toda la economía de Japón… eso es enorme”.
Por todo eso, declaró: “Comparto las preocupaciones sobre la era en la que estamos entrando”.
Si la globalización es tan buena, ¿por que algunos países ahora están poniendo barreras?
Cambio de opinión
La creciente ola de proteccionismo no es exclusiva de EE.UU; pero lo que ocurre en ese país llama la atención no solo porque aún es la principal superpotencia, sino porque fue la fuerza impulsora de la globalización.
“Aquí en Estados Unidos, debemos tomarnos un momento para reconocer que uno de los factores clave detrás de la gran prosperidad de nuestra nación es la política de comercio abierto que permite al pueblo estadounidense intercambiar libremente bienes y servicios con personas libres de todo el mundo”, dijo Ronald Reagan en 1988.
Y 12 años después, Bill Clinton aseveró: “Es muy importante que China ingrese a la OMC para garantizar que sus mercados estén abiertos para nosotros, así tengamos que abrir nuestros mercados a China, y para promover la paz la estabilidad en Asia, incrementando la posibilidad de un cambio positivo en China”.
El crecimiento de China en general ha sido inmensamente beneficioso para las empresas y los consumidores estadounidenses. Entonces, ¿por qué alejarse de un mercado tan lucrativo?
“No hay duda de que EE.UU. ha decidido seguir una política para detener el crecimiento de China. De alguna manera es perfectamente comprensible porque ningún poder #1 ha cedido con gracia su oposición al poder en ascenso”, escribió Kishore Mahbubani, ex embajador de Singapur ante la ONU y consultor geopolítico.
Pero esa, de ser la razón, no es la única para el aparente cambio de opinión.
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Desigualdad
“La globalización fue genial en muchos sentidos porque sacó a muchas personas de la pobreza, pero en casi todos los países de la OCDE se vio un aumento dramático de la desigualdad, que fue más aguda en el mundo angloamericano“, dijo a la BBC Rana Foroohar, autora y comentarista del Financial Times en Nueva York.
En pos de más ganancias y menos costos, las empresas abandonaron sus lugares de origen, a menudo acabando con estilos de vida y provocando pérdidas de empleo masivas, para saltar de lugar en lugar, de acuerdo a su conveniencia.
Eso desató una “competencia fiscal en el mundo con los países sintiéndose presionados por la necesidad de reducir particularmente los impuestos corporativos para atraer inversiones”, señaló Minouche Shafik, presidente y vicerrectora de la London School of Economics.
Y esta carrera a la baja en los impuestos es uno de los puntos débiles de la globalización pues, como dijo Goldin, “aumentó la desigualdad porque los gobiernos tenían menos dinero para gastar”.
“Se necesitan ingresos fiscales para modernizar las economías e invertir en educación, habilidades e infraestructura para poder competir en un mundo globalizado”.
Todo un circulo vicioso.
“Garantizar que las personas puedan llegar a donde están sus trabajos, con viviendas asequibles, sistemas de transporte y plazas escolares disponibles, es vital para abordar las desigualdades generadas por el comercio y el cambio tecnológico”.
La incapacidad para distribuir sus beneficios más equitativamente, junto con la pérdida de empleos y el estancamiento económico, hizo que muchos sintieran que la globalización los dejaba vulnerables y sólo beneficiaba a una pequeña élite.
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“Esa creciente desigualdad creó la política del nacionalismo, responsable en gran parte del ascenso de Donald Trump en EE.UU. y al menos parcialmente responsable del Brexit, así como el nacionalismo que ve en Europa y algunos problemas en otros países del mundo”, según Foroohar.
“Hay la sensación de que el sistema de mercado global termino siendo tan ajeno a los intereses de los electores en los países democráticos que ahora hay una reacción violenta en el sistema”.
Por eso, dirigentes de todas las corrientes políticas están dándole la espalda a la globalización.
Hecho en casa
Pero además de aliviar el descontento, también están los riesgos. “Preocupaciones de seguridad nacional están afectando al comercio de ciertos bienes”, señaló Shafik.
“Lo que estamos viendo ahora es una segmentación en la que algunos mercados se rigen más por la política que por la economía“.
Un gran ejemplo son los chips semiconductores de gama alta que, como señala Foroohar, son “esencialmente el petróleo digital para la economía mundial”.
“El 92% de todos los chips se hacen en Taiwan. Eso es producto de la globalización: era más barato hacerlos allí y muy fácil, siempre y cuando todo lo demás funcionara”.
Pero dado el nivel de tensión entre China y Taiwán, “ahora es un problema”.
Es una muestra de que tiene sentido tener más de un proveedor y garantizar que la seguridad nacional no dependa de empresas de un solo país, pero está lejos de ser la única.
“Debe inquietarnos depender de un país como China para los insumos críticos, ya sean las tierras raras que se necesitan en las baterías para la energía renovable o paneles solares”, señaló Zanny Minton Beddoes, editora de la revista The Economist.
“En algunas áreas, creo que hay una razón para detener las cadenas de suministros más amplias. Lo que preocupa es que esa lógica de política industrial se arraigue, se extienda y se sienta que cada parte de la economía es estratégica, que cada fábrica en cada industria tiene que ser apoyada y que cada pías tiene que tener todos los elementos de la cadena de suministro”.
“Y eso es lo que creo que vemos ahora, con tantos países enamorados de la política industrial y queriendo hacer todo en casa”.
Si esa es la situación de EE.UU. y Europa ¿Cuánto le preocupará a Asia?
La nueva CIA
“El siglo XXI será el siglo asiático; ahí estará el centro de gravedad de la economía mundial”, afirmó el consultor geopolítico Mahbubani.
El motor de crecimiento del mundo será la nueva CIA, y CIA significa China, India y la ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.
Su población combinada es de 34000 millones de personas.
Lo que es particularmente sorprendente es cuán rápido ha crecido la clase media en esa región.
En el año 2000, la población de clase media era de solo 150 millones, pero para el 2020 creció a 1500 millones. Y para el 2030 crecerá hasta alcanzar los 3000 millones.
Dado que las relaciones comerciales tienden a ser recíprocas, si EE.UU y Europa deciden comerciar menos que China, ¿comenzará Asia a desglobalizarse poniendo barreras comerciales?
“Este será el mayor ecosistema económico por ser el área de libre comercio más grande del planeta. Pero también comerciaremos con países lejanos”, le respondió Mahbubani a la BBC.
“Solo para darles un ejemplo concreto: Brasil, que está mucho más cerca de EE.UU. que de China, hace 20 años tardaba un año en exportar US $1000 millones a China; ahora tarda 72 horas”.
“Así que no son únicamente las naciones asiáticas las que comercian entre sí”
“Será el mercado más grande del mundo. Si no participas en él, cavas tu propia fosa”.
Reglobalización
“Los datos comerciales del comercio de mercancías aún no muestran esta fragmentación: el comercio entre China y EE.UU; entre China y la Unión Europea, entre la unión Europea y EE.UU. sigue siendo bastante sólido”.
“Así de que estamos hablando de tensiones geopolíticas”, precisó Okonjo-Iweala, y urgió: “No dejemos que se manifiesten en términos reales”.
“Estamos en un momento difícil en el mundo con las vulnerabilidades que hemos visto en las cadenas de suministro durante la pandemia y esta guerra en Ucrania, pero podríamos aprovechar la oportunidad para construir resiliencia”, aseguro.
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Para eso sería necesaria la diversificación de las cadenas de suministro y la desconcentración de la fabricación a los países en desarrollo que no han tenido la oportunidad de ser incluidos en esta riqueza global y la creación de empleo que tuvo lugar bajo la primera ola de globalización.
“Del mismo modo, la capacitación de los pobres de los países ricos para que también puedan beneficiarse”.
Eso es lo que llamamos reglobalización en la OMC, una globalización más inclusiva”.
¿Será posible hacer en la época de vacas flacas lo que no se hizo durante la de las gordas? ¿O será demasiado tarde para acordarse de los olvidados de la globalización?
Fuente original de redacción BBC News